martes, 8 de julio de 2014

LA ADICCIÓN SEXUAL COMO UN MAL MECANISMO DE DEFENSA



Creo que en mi estado natural soy una criatura sexual – que nuestra sexualidad es un don y que es una parte de lo que nos hace estar completos. Me siento bien cuando se mueve mi cuerpo – bailando, haciendo ejercicio, todo movimiento físico es algo bueno para mí. Creo que una parte de honrarme a mi mismo es reconocer mi naturaleza sexual como una parte de todo mi ser y que tiene la posibilidad de brindarme alegría a mi vida. Mi viaje implica volver a conectar mi espiritualidad con mi sexualidad.

Aprendí a una corta edad que una buena forma de atraer la atención que anhelaba y que me hacía sentir con poder era comportarme de manera seductora. Para cuando tenía dieciocho años tenía plena confianza en mis habilidades para manipular al sexo opuesto y se me hacía un juego. Pensaba en mi misma como muy independiente y no “necesitaba” ningún hombre en particular de la forma en que definitivamente “necesito” a mi familia y amigos.

Ahora creo que este era un mecanismo de defensa porque no me sentía protegida.

Recuerdo cuando era niña varias ocasiones de abuso sexual por un miembro de mi familia y encuentros sexuales con otros hombres. También tengo la sospecha de que puede haber otras ocasiones que he “bloqueado” o tal vez fue que había mucha energía sexual en los adultos a mi alrededor. Empecé a masturbarme antes de tener recuerdos y me castigaron mis padres por esto y mi hermano y hermana se burlaron de mí. Recuerdo haber pensado – Cuando tenga diez años ni siquiera me acordaré de haber hecho esto.- solo para que llegaran y se fueran los diez años con el mismo secreto vergonzoso aun existiendo.

Cuando tuve suficiente edad para ser niñera hurgaba entre los cajones buscando ropa interior y literatura de contenido sexual. En ocasiones fingía estar enferma para que me pudiera quedar sola en casa para masturbarme. Empecé a usar distintos objetos para masturbarme y empecé a exhibirme en las ventanas de nuestra casa.

En mis años de adolescente empecé la actuación con relaciones sexuales, drogas y alcohol. Una noche cuando tenía quince años hice una oración a Dios y le dije que me “daba de baja,” mientras que elegía conscientemente vivir “la vida loca.” Mi relación con Dios era demasiado incongruente con mi vida imprudente de ese entonces para seguir teniendo las dos.

La “relación” que más me emocionaba era una en la que un muchacho un par de años mayor que yo me usaba descaradamente. Era evidente que me excitaba que me usaran emocional y sexualmente. Actuaba de una manera al parecer contradictoria – necesitaba respeto y protección pero actuaba demasiado atrevida e independiente. Ahora veo que esto obstaculizaba una verdadera intimidad en mis relaciones.

En la universidad encontré a otras muchachas “locas” y juntas salimos en busca de la máxima descarga de adrenalina. Parecía que yo siempre andaba en busca de algún tipo de emoción mejor, mayor o alternativa. Había noches cuando estuve en la cama llena de vergüenza y remordimientos, pero también hubo experiencias felices y sanas durante esos años. Pasaba entre mis gemelas “buena” y “malvada” para cubrir las necesidades de ambos lados de mi personalidad.

Empecé a trabajar a los veinte años como desnudista los fines de semana. ¡Esa sí que era una doble vida! Tenía mi trabajo en mi especialidad durante la semana y los fines de semana tenía lo que era la experiencia más satisfactoria que había tenido – exhibirme ante un salón repleto de hombres me satisfacía de una forma que nada más lo había hecho. Bailé por más de un año pero con el tiempo era demasiado agotador y estaba deprimida por toda la bebida y el consumo de drogas que había. Necesitaba un estilo de vida más sano.

Ahora que contemplo mi vida, puedo ver claramente cómo había establecido una  doble vida. Fui una persona sobresaliente. Trabajaba con tesón y jugaba igual. Necesitaba del éxito en otros aspectos de mi vida para equilibrar mi “lado oscuro.” Aunque aprendí a equilibrar mis dos vidas me preguntaba por qué era tan diferente de mis amigas, especialmente en como se relacionaban con los hombres. En muy raras ocasiones tuve una relación sexual exclusiva y cuando sí lo tuve no fui capaz de serle fiel a una sola pareja.

Me sentía mal acerca de no ser honesta así que por lo general evitaba cualquier insinuación de una relación formal. Al mantenerme alejada era capaz de cuidar mi independencia y proteger a mis “novios” de mis infidelidades. Pensé que nunca sería capaz de serle fiel a una persona. Ni siquiera pensaba mucho en el matrimonio, pero cuando cumplí veintinueve años conocí a mi futuro esposo y todo parecía estar bien. Durante los primero años cuando estaba teniendo a mis hijos estuve casi sin conductas adictivas y de hecho no tuve ningún sentimiento de querer actuar en forma sexual. Mi cuerpo estaba pasando por tantos cambios y mi tiempo y mis emociones estaban ocupados con mis hijos. Era lo más feliz que había sido, pero mi esposo y yo no nos sentíamos unidos. Cada vez fui menos capaz de sentirme sexual hacía él y utilizaba el alcohol cuando estábamos juntos para aliviar mi incomodidad.

Acepté mi falta de interés como parte de la vida de casados hasta que conocí a alguien que disparó mi adicción sexual. Mi vida se empezó a derrumbar en todas formas. Cuando mi adicción sexual volvió a iniciar también regresé al abuso del alcohol. Mi esposo pronto descubrió que yo tenía una relación sexual con otra persona y yo descubrí que él tenía un problema con la cocaína. Con el tiempo empecé a utilizar cocaína con mi esposo con la esperanza que utilizar drogas satisfacerla mi necesidad de una sensación de satisfacción intensa y me mantendría alejada de problemas de infidelidad.

Con el tiempo me di cuenta de que mi mayor problema no era la actuación sino tener fantasías constantes acerca de la actuación, al grado que me distraía completamente de mi trabajo, mis hijos y mi matrimonio. No podía dormir bien y perdí mi apetito. Tenía los síntomas clásicos de una drogadicta.

Pronto me involucré con otro hombre y me hice adicta a nuestras comunicaciones por correo electrónico. Podía estar sentada en frente de mi computadora totalmente drogada sin que nadie se percatara de lo que estaba sucediendo. Esta forma de actuación caía dentro de mi necesidad de guardar secretos que había tenido de por vida.

Mi vida se tornaba cada vez más ingobernable con el mayor consumo de alcohol y drogas. Consumir drogas mientras era una madre era completamente inaceptable para mí, pero no lo podía dejar de hacer. Al fin me di cuenta de que no había forma de que yo pudiera recuperar el control de cualquier parte de mi vida sin dejar el alcohol y las drogas y empecé a asistir a juntas de doce pasos por el alcohol y las drogas. Sin embargo, en ese tiempo no tenía ningún interés en dejar mis conductas sexuales adictivas. De hecho yo no sabía que eran una adicción. Pensaba que con alejarme del alcohol y las drogas solucionaría mis otros problemas pero solo resultó ser el paso necesario para que yo pudiera ver que tenía una adicción a la fantasía sexual.

A los seis meses de sobriedad mi esposo entró a rehabilitación por su abuso del alcohol y la cocaína. Durante su tratamiento estuve involucrada en su recuperación, y fue allí en donde por primera vez estuve completamente consciente de qué tan fuerte era mi adicción sexual. Empecé a ver que todas las cosas que la cocaína le hacía era lo que me pasaba cuando “usaba” la fantasía sexual. Cuando tenía preguntas críticas acerca de su adicción me preguntaba a mi misma - ¿Existe alguna forma en que yo hago lo mismo con mi preocupación con la fantasía sexual? – La respuesta generalmente era que sí.

Tenía que tener mi tiempo privado lejos de mi familia para que pudiera tener mis fantasías en paz. Me irritaba cuando mis hijos “interrumpían” mis fantasías. Al fin pude ver lo completamente obsesionada que estaba con obtener la sensación de satisfacción a través de la fantasía sexual. Era como si yo llevara una dosis de cocaína en mi cuerpo que podía activar inmediatamente y en silencio.

No pude encontrar una junta de Sexo Adictos Anónimos para mujeres que se reuniera durante el día en mi área, así que formé una. Esta junta resultó ser la herramienta más importante de mi recuperación. En esta pequeña junta recibo el apoyo y ánimo que necesito para enfrentar los problemas de mi adicción. Otra herramienta que me ayudó a encontrarle sentido a mi adicción fue mantener un diario personal. Creo que fue importante anotar los “pros” y “contras” de algunas de mis conductas de actuación. Pude reconocer por qué mi adicción era tan “astuta, desconcertante y poderosa.”

Al fin pude reconocer que mi actuación era una forma de que no me vieran. Solía llamar a esa parte de mí “mi malvada gemela,” pero ahora la veo más bien como una niña hambrienta. Tuve que darme cuenta de que necesitaba alimentar a la niña hambrienta, no negar su existencia. La única forma que ella conocía para sentir que la veían era a través de ser sexual.

Con mi relación recién creada con Dios y las herramientas del programa pude reconocer el dolor y pérdida de lo que sucedió y no sucedió en mi infancia. Durante este período de pesar parecía que lloraba cada vez que me quedaba sola. Pero este llanto era bueno; fue el momento decisivo. Aceptar el dolor, sentirlo y dejarlo ir fue lo que me permitió sentir la serenidad y paz que el programa brinda.

Es una sensación liberadora no tener relaciones en mi vida que necesitan ser controladas o escondidas. No necesito preocuparme por encubrir nada, y esto me deja libre para estar “en el momento.” Soy capaz de estar viva otra vez en mis relaciones primarias – me siento como una “mami” de verdad para mis hijos.

Ahora se que tener aventuras amorosas o hasta tener relaciones que se sientan como aventuras amorosas es peligroso para mí y me lastima. No vale la pena sacrificar mi sobriedad o hacer que mi pareja se sienta inseguro por ellas.

Todavía lucho por saber cómo tener intimidad en mi matrimonio. También intento encontrar seguras y sanas de abrirme a los demás, para sentir que me ven. Trato de encontrar formas de que me conozcan que apoyan a todo mí ser, incluyendo a mi espiritualidad.

Libro Verde de Sexo Adictos Anónimos, pag 234


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