lunes, 7 de julio de 2014

ACEPTAR MI IMPOTENCIA ANTE LA LUJURIA FUE EL PRINCIPIO DE MI LIBERTAD


Aceptar que yo era  un adicto sexual fue muy difícil  antes de que supiera que existían otros adictos sexuales o de que existía un programa de doce pasos en donde podría conocer
personas que habían caminado el mismo camino que yo había tomado.

 Pero fue solamente cuando admití mi impotencia y me llamé un adicto sexual que estas
cosas me fueron reveladas. Como una plegaria que se contesta - no demasiado
pronto, no demasiado tarde.

Al admitir mi impotencia, me abrí a la ayuda y me ofrecieron.

Aceptar mi impotencia ante la lujuria  fue el principio de la libertad:
la libertad de la locura de 
todas las mentiras, manipulación, secretos vergonzosos,
energía gastada, y 
relaciones de maltrato.

Conforme empecé y seguí asistiendo a las juntas, y acudí
a rehabilitación, conocí a otras personas como yo que fueron capaces de
ofrecerme una salida.

Al fin pude empezar a hablar de la doble vida que había
estado llevando, y en lugar de encontrar rechazo y que me juzgaran como me lo
esperaba, encontré la aceptación y la comprensión. Encontré la identificación,
la recuperación y la esperanza. Sin embargo, encontré que no me tenían
lástima. La lástima sólo taparía las grietas y al final se convertiría en un auxiliar
para que yo actuara nuevamente. 

Dentro de la aceptación y la comprensión había un amor firme y una honestidad
que no tenía espacio para permitir el 
abuso continuo de mi persona y de otras personas.
Ese amor firme me puso en 
contacto con un amor  propio bastante necesitado
y casi sumergido - algo 
que pudiera cortar a través del impulso adictivo
y anulara el pensamiento y 
justificaciones egocéntricas -
y con un yo mas profundo que fluye con amor,
respeto y compasión para mí y para los otros seres humanos a mi alrededor.

Las cosas podían volver a importarme. Podía tomar fuerzas para llevar
a cabo un programa de abstinencia, con el apoyo de otras personas para que me
ayudaran durante el tiempo difícil de la abstención.

Con la claridad que esto 
trajo, pude empezar a distinguir entre los pensamientos
y conductas sexuales 
sanas y los degradantes; también podía empezar
a aceptar la posibilidad de que 
yo también podía tener lo que siempre quise tener:
una vida sexual sana, 
estimulante, satisfactoria y amorosa conmigo mismo y,
en caso de decidirlo así, 
con otra persona.

Con la admisión de la impotencia, repentinamente regresé de
un mundo donde yo había habitado con objetos a un mundo con personas y
objetos, y una habilidad reconocida para distinguir entre ambos. Como las
relaciones sexuales ya no eran mi obsesión, podía empezar a preguntar lo
que realmente consideraba como mi Poder Superior. Y de manera milagrosa, en
lugar de desesperación, mi vida empezaba a tener algo de esperanza, tal vez por
primera vez.

Adicto en recuperación. ( Miembro de sexo adictos anónimos)

Libro Verde de Sexo Adictos Anónimos, pag 305.



Testimonio de un adicto al sexo

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